El 11 de abril al momento justo del flash electoral, que daba como contendores de 2da vuelta a estos 02 personajes, como a la mayoría de peruanos, se me hizo un nudo en la garganta; de toda una gama de candidatos que superaba la docena, fuimos capaces de escoger a los 02 menos probables, 02 menos deseables y a quienes estoy seguro, no se han elegido jamás en ninguna de las otras miles de realidades paralelas con las que convivimos a diario, si es que estas llegaran a existir.
Lo cierto de todo, es que la
nostalgia viene acompañada de miedos, y los temores nos obligan a cegarnos y no
nos permite discernir de la mejor forma; el temor de regresar a décadas de
hechos tan sangrientos y que haya un solo indicio del retorno del terrorismo, que
se pretenda petardear y desactivar nuestro tan frágil y delicado modelo
económico son los hechos que me obligaron a tomar la opción de confiar en
alguien que jamás se lo ha merecido, y ahora en estas circunstancias con un
dolor que me invade de sobremanera soy
capaz de reconocerlo.
La confianza se
apoyó en retóricas de cambio de perspectiva, verbos de arrepentimiento, “la cárcel
me ha enseñado muchas cosas” se le escuchaba decir y aun más cuando los medios
masivos la presentaban como la mártir de la democracia.
Ahora quiere tomar el poder a costa de todo, sin importar los pactos éticos que ha firmado, sin importar la afectación que esta pueda generar a nuestra estabilidad económica, emocional, sin importarle la democracia que tanto se ufanó en proclamar y defender, no importa si se llega al poder mediante un golpe o con la ayuda del personaje quizá más deplorable de la historia nacional, “el doc”, ya nada importa, la sonrisa angelical se difumina de su rostro y ahora sale a flote una personalidad maquiavélica, que a veces se avergüenza y retrocede un poco, pero son escasos segundos, respira hondo y con más euforia se empecina en sus propósitos, me pregunto si Nicolas Maquiavelo hubiera sido capaz de tanto, probablemente no, quizá si tuviera la oportunidad de presenciar estos acontecimientos los colores asomarían su rostro y echaría al tacho los borradores de “El Príncipe”.