viernes, 14 de abril de 2023

TUS LATIDOS/MIS LATIDOS

Jesus.

Hace días anduve caminando por el centro de la ciudad y pensaba en cosas muy inverosímiles, sobre mis pendientes y qué otra tonta estrategia debo formular para seguir sobreviviendo bajo los estándares de los "otros", de pronto, quizá exagerando, a la gente le cuesta mirar de frente, comienzan a mirar de reojo, con desconfianza, no los juzgo, mi facha no es la mejor, pero siento muy de cerca el disfuerzo, entonces como en un sueño retorcido, siento que mi cuerpo se levanta del suelo, quizá ahora levito y ya no camino, cada que doy un paso hay un efecto rebote que me lleva de esquina en esquina viendo con total pasividad como transcurre todo, llego al punto en el que me empiezo a sentir como un invitado, un turista en mi propia ciudad, aquellas calles por las que he caminado gran parte de mi vida y la que me vio crecer, ahora me recibe con un semblante distinto, no sentía esto desde aquella vez en la que fuimos junto a tu mamá de visita a Tarapoto, con los ojos siempre desbordados por la emoción del porvenir, de no saber que nos espera al voltear la esquina y, en mi caso, el bochorno de ver tanta gente extraña junta. 

Después de este pequeño suceso no puedo evitar pensar en ti mi Jesús, cómo tu existir nos ha encausado a sumergirnos a un micro espacio en donde tu reinas y tienes todo el poder, y cómo estamos dispuestos a conquistar los otros reinos que señales con tus tiernos pequeños dedos, no me arrepiento, claro, pero el cambio, una vez fuera de la burbuja, impacta, nos ha reducido a ese espacio que por momentos nos hace olvidarnos del nuestro, eres nuestra prioridad por encima del propio, y lo disfrutamos, claro, porque la recompensa es tangible y lo es aun más cuando, cada que piensas que nos lo merecemos, nos premias con una extensa sonrisa; pero cual asiolítico una vez pasado el efecto, al recoger nuestros pasos el vuelco de nuestra realidad y comparada a "nuestra vida anterior" muestra una distancia interoceánica pero que hemos podido cruzar sin dar siquiera medio paso porque hay un latido aquí dentro que actúa por nosotros en automático cuando tus ojitos cruzan con los nuestros y tu piel asoma siempre con esa calentura peculiar.


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